domingo, 16 de noviembre de 2025

 

Operación Abuelo: De la Raíz Cúbica al San Jacobo en Inglés

Bueno amigos, lo que voy a contar a muchos os sonará a rutina diaria, algo muy normal para quien, como yo, es muy casero. Pero, desde mi experiencia en la gloriosa etapa de la jubilación, me encuentro inmerso en un campo de batalla intelectual con unos alumnos muy aventajados... ¡mis nietos! Y yo, más liado que una peonza en un charco.

Nuestra nueva "rutina" es, según dicen por ahí, muy sencilla: convivir el día a día con los nietos, y lo que ello implica, claro. La dificultad se mide por el número de descendientes y sus respectivas edades.

Para los más pequeñines, la tarea es llevadera, casi un paseo por el parque. Sus preguntas son, como se suele decir, de "andar por casa", y nos derretimos al ver la gracia con la que nos cuentan sus últimas novedades escolares. ¡Qué alegría, qué inocencia!

Pero, amigos, el verdadero Comité de Crisis comienza cuando los más mayores, con esa mirada de quien se sabe superior, te sueltan: "Abuelo, tú que sabes tanto... tengo un problema con la raíz cúbica". Y a ti, automáticamente, te entran los sudores fríos. ¿Cómo le explicas tú una operación que, para tu memoria, ¡es de la época de Aristóteles!

Solución: Toca coger el libro, desempolvar las neuronas y repasar con ellos. Luego vienen los temas de Historia Universal (¡y vaya si ha cambiado el mundo!), recorriendo cada día las diferentes asignaturas. Mientras, no salgo de mi asombro: ¡resulta que ahora las restas son diferentes y las multiplicaciones han mutado! En fin, acabas entendiéndolas, pero... ¡échale paciencia, querido amigo, échale paciencia!

Más adelante, el temario se complica con las extraescolares y los idiomas. Y de buenas a primeras, te asaltan con una pregunta vital, de esas que no te dejan dormir: "Abuelo, ¿cómo se dice 'san Jacobo' en inglés?" o, peor aún, "¿Y 'dos sardinas en escabeche'?" Mi respuesta diplomática es: "Solución: ¿Y para qué demonios quieres saber eso?" A lo que el "chaval" responde con la máxima lógica infantil: "Pues se me ha ocurrido." ¡Para matarlos de amor y desesperación a partes iguales!

Esa "cantinela" se repite cada día. Por suerte, siempre hay algún abuelo compañero que te da la solución definitiva: "Tú diles que entren en Google, o en la Inteligencia Artificial... ¡y si no, a la abuela, que ella sí hizo el bachiller!" (A la abuela, la verdadera heroína no reconocida de esta aventura).

Así que ya lo sabéis, no necesitamos asistir a escuelas nocturnas de mayores. ¡Ya las tenemos en directo y en casa! La duda que me carcome es qué les dirán a sus profes sobre nosotros, porque cuando vamos a recogerles, esos profesores siempre se sonríen. No sé si es por simpatía o por las barbaridades históricas y matemáticas que les comenta mi nieto en clase.

Alguno dirá: "Ahí va el sabihondo del abuelito de Federico." En fin, hay que tomárselo como viene y de la mejor manera, porque al final, ¿quién nos va a criticar? En el fondo, ¡todos hemos sido igual de preguntones!

 El Servicio de Catering "Abuela Chef": ¡Menú a la Carta y Cero Quejas!

Se me olvidaba la joya de la corona: la logística culinaria, o como yo lo llamo, el Servicio de Catering "Abuela Chef", abierto 24/7 y con clientes muy caprichosos.

Después de sobrevivir a la raíz cúbica y de traducir "san Jacobo" al inglés, llega la hora crítica: "¿Qué hay de comer?"

Y aquí es donde descubres que no estás criando nietos, sino a un grupo de críticos gastronómicos. No vale un simple "hay macarrones". La negociación empieza así:

  • "Yo no quiero lentejas, abuela, me las comí ayer en el comedor."
  • "Yo sí quiero lentejas, pero solo las de mi plato, no me toques mi zona."
  • "Yo quiero pasta, pero solo si tiene forma de estrella y es con queso rallado, pero ¡ojo!, solo el que huele menos."

El menú del día no lo eliges tú, lo elige la asamblea de mini-tiranos. Toca hacer tres o cuatro platos diferentes, sirviendo de chef, pinche y camarero simultáneamente. Y, por supuesto, limpiando luego el comedor que parece haber sufrido un bombardeo de trozos de brócoli.

Da igual que hayas ganado premios por tu puchero. Si a uno se le ocurre decir que la sopa "está muy caliente" y al otro que "está muy fría", tienes el lío montado. Al final, miras el reloj y te das cuenta de que has dedicado más tiempo a negociar el menú que a resolverles el Teorema de Pitágoras.

Pero, sinceramente, verlos comer (lo que les da la gana) y escuchar sus risas mientras uno de ellos intenta explicarle al otro el misterio de por qué la yema es amarilla... ¡hace que merezca la pena el esfuerzo!

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