De la
Impecable Moda... ¡A la 'Ex-Moda' Desastrosa!
Seguro que muchos de
vosotros tenéis grabado a fuego ese "protocolo de salida"
casero, aquel que se activaba religiosamente antes de ir de paseo, al colegio
o, simplemente, a hacer el gamberro con los amigos. ¡Ay, qué tiempos aquellos
donde un jersey no era un simple jersey, sino un examen de conciencia!
La Sentencia
de la Mancha (o el Drama de la Puerta)
Llevar una mancha
en la camisa, el jersey o el pantalón no era un simple despiste, ¡era un
billete de vuelta directo y sin escalas! La escena se repetía como un ritual: a
punto de cruzar el umbral, te topabas de frente con la mirada de tu progenitora
y, ¡zas!, la lapidaria frase resonaba en el pasillo:
"¡Con esa mancha
no vas a ningún sitio!"
Y a ver quién era el
valiente, el 'Guapo' (sí, con mayúscula) que se atrevía a discutir. Era más
fácil conseguir que un gato volara a que te dejaran salir. Regreso inmediato, y
la calle se quedaba esperando tu glamurosa presencia impoluta.
El Terror de
la Pelotilla y el Agujero Estratégico
Y si la mancha no te
atrapaba, ¡siempre estaba el agujero en el pantalón o ese jersey con más
pelotillas que un campo de golf!
"¿¡Dónde vas con
esa pinta!? ¡Pareces un trapero!"
Llegabas a la puerta
con esa esperanza fugaz... y de nuevo, el grito. Vuelta al redil, a cambiarte y
a meditar sobre el valor de la lana sin engrosamientos esféricos. Salir como un
palmito era la única opción, o te quedabas en casa meditando sobre tu
falta de decoro, mientras tus amigos te esperaban en la esquina, preguntándose
si te habías desmaterializado. ¡Era la disciplina de la época!
De Presidiario
a Nómada del Desierto
El desaliño capilar o
el vello facial incipiente tampoco se salvaban. Si salías despeinado o
con los pelos como escarpias (¡o peor, si no te habías afeitado!), el aviso
llegaba como un dardo sónico desde la cocina:
"¡Dónde vas con
esa pinta! ¡Pareces un presidiario!"
Y así, nos corregían.
O salías lustroso, o adiós al recreo.
El Gran Giro de Guion: ¡La Venganza del
Desaliño!
Pero, amigos, ¡la
tortilla ha dado la vuelta de forma dramática! Contemplad la diferencia:
- Manchas: Ya no son un
signo de suciedad, ¡son un diseño! Cuantas más salpicaduras
misteriosas y estratégicas tengas en tu outfit, más caché y
vanguardia.
- Agujeros y Rajitas: Los pantalones ya no se rompen por el uso, ¡los venden así! Cuantas
más rajas y desgarros, ¡más a la moda! De hecho, si arrastras los pingajos
deshilachados por el suelo, tienes el look completo de
"náufrago chic".
- Zapatos: Y los zapatos ya no sabemos si son de color o
negros, parece ser que el betún y el kanfor han desaparecido. Ya no brillan, y cuanto
más viejos, más elegantes, ¡lo sucio y ajado es lo que mola!
- Peinado: ¿Peinarse? ¡Qué demodé!
Ahora se lleva el estilo "negligé" (léase: "me acabo
de levantar y me da igual lo que piense la humanidad").
- Afeitarse: El afeitado
apurado ha muerto. Larga vida a la barba de tres o cuatro días... o
de un mes. Parece que te has perdido en el desierto buscando una señal de
Wi-Fi, ¡y la gente lo aplaude!
Lo más hilarante es
cuando ves esto en la televisión. No sabes si el tipo es el presentador, el
entrevistado, o si lo acaban de rescatar de una cueva. ¡Y encima, te cobran una
fortuna por esos trapajos que parecen sacados de un cubo de basura!
Reflexiones Finales (y Olfativas)
Queridos amigos, el sentido
del ridículo ha quedado obsoleto. La higiene parece ser ahora un
servicio exclusivo para mascotas (¡la peluquería canina de tu poodle
tiene más estilo que tú!). Los modistos siguen su marcha... ¿avanzando o
retrocediendo? Nadie lo sabe, pero la gente los sigue con la fe ciega de los
hinchas de fútbol.
Me retiro de esta
situación porque, francamente, me da la impresión de que algunos de estos
"revolucionarios de la moda" no solo olvidan la cuchilla y el peine,
¡sino también el jabón! Y es que la higiene... también está cayendo en
desgracia. ¡El look del siglo XXI es "El Descuido
Carísimo"!
Veredicto de
Humor
Pagar 400 € por
un pantalón que te costará menos de 10 € de segunda mano (y que la
abuela te arreglaría con un parche horrible) es el verdadero triunfo de la moda
moderna. Antes, te mandaban a cambiarte por una mancha; ahora, pagas un
sobreprecio por tener la suciedad certificada por un diseñador.

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