jueves, 27 de noviembre de 2025

De la Impecable Moda... ¡A la 'Ex-Moda' Desastrosa!

Seguro que muchos de vosotros tenéis grabado a fuego ese "protocolo de salida" casero, aquel que se activaba religiosamente antes de ir de paseo, al colegio o, simplemente, a hacer el gamberro con los amigos. ¡Ay, qué tiempos aquellos donde un jersey no era un simple jersey, sino un examen de conciencia!

La Sentencia de la Mancha (o el Drama de la Puerta)

Llevar una mancha en la camisa, el jersey o el pantalón no era un simple despiste, ¡era un billete de vuelta directo y sin escalas! La escena se repetía como un ritual: a punto de cruzar el umbral, te topabas de frente con la mirada de tu progenitora y, ¡zas!, la lapidaria frase resonaba en el pasillo:

"¡Con esa mancha no vas a ningún sitio!"

Y a ver quién era el valiente, el 'Guapo' (sí, con mayúscula) que se atrevía a discutir. Era más fácil conseguir que un gato volara a que te dejaran salir. Regreso inmediato, y la calle se quedaba esperando tu glamurosa presencia impoluta.

El Terror de la Pelotilla y el Agujero Estratégico

Y si la mancha no te atrapaba, ¡siempre estaba el agujero en el pantalón o ese jersey con más pelotillas que un campo de golf!

"¿¡Dónde vas con esa pinta!? ¡Pareces un trapero!"

Llegabas a la puerta con esa esperanza fugaz... y de nuevo, el grito. Vuelta al redil, a cambiarte y a meditar sobre el valor de la lana sin engrosamientos esféricos. Salir como un palmito era la única opción, o te quedabas en casa meditando sobre tu falta de decoro, mientras tus amigos te esperaban en la esquina, preguntándose si te habías desmaterializado. ¡Era la disciplina de la época!

De Presidiario a Nómada del Desierto

El desaliño capilar o el vello facial incipiente tampoco se salvaban. Si salías despeinado o con los pelos como escarpias (¡o peor, si no te habías afeitado!), el aviso llegaba como un dardo sónico desde la cocina:

"¡Dónde vas con esa pinta! ¡Pareces un presidiario!"

Y así, nos corregían. O salías lustroso, o adiós al recreo.

 El Gran Giro de Guion: ¡La Venganza del Desaliño!

Pero, amigos, ¡la tortilla ha dado la vuelta de forma dramática! Contemplad la diferencia:

  • Manchas: Ya no son un signo de suciedad, ¡son un diseño! Cuantas más salpicaduras misteriosas y estratégicas tengas en tu outfit, más caché y vanguardia.
  • Agujeros y Rajitas: Los pantalones ya no se rompen por el uso, ¡los venden así! Cuantas más rajas y desgarros, ¡más a la moda! De hecho, si arrastras los pingajos deshilachados por el suelo, tienes el look completo de "náufrago chic".
  • Zapatos: Y los zapatos ya no sabemos si son de color o negros, parece ser que el betún y el kanfor  han desaparecido. Ya no brillan, y cuanto más viejos, más elegantes, ¡lo sucio y ajado es lo que mola!
  • Peinado: ¿Peinarse? ¡Qué demodé! Ahora se lleva el estilo "negligé" (léase: "me acabo de levantar y me da igual lo que piense la humanidad").
  • Afeitarse: El afeitado apurado ha muerto. Larga vida a la barba de tres o cuatro días... o de un mes. Parece que te has perdido en el desierto buscando una señal de Wi-Fi, ¡y la gente lo aplaude!

Lo más hilarante es cuando ves esto en la televisión. No sabes si el tipo es el presentador, el entrevistado, o si lo acaban de rescatar de una cueva. ¡Y encima, te cobran una fortuna por esos trapajos que parecen sacados de un cubo de basura!

 Reflexiones Finales (y Olfativas)

Queridos amigos, el sentido del ridículo ha quedado obsoleto. La higiene parece ser ahora un servicio exclusivo para mascotas (¡la peluquería canina de tu poodle tiene más estilo que tú!). Los modistos siguen su marcha... ¿avanzando o retrocediendo? Nadie lo sabe, pero la gente los sigue con la fe ciega de los hinchas de fútbol.

Me retiro de esta situación porque, francamente, me da la impresión de que algunos de estos "revolucionarios de la moda" no solo olvidan la cuchilla y el peine, ¡sino también el jabón! Y es que la higiene... también está cayendo en desgracia. ¡El look del siglo XXI es "El Descuido Carísimo"!

Veredicto de Humor

Pagar 400 € por un pantalón que te costará menos de 10 € de segunda mano (y que la abuela te arreglaría con un parche horrible) es el verdadero triunfo de la moda moderna. Antes, te mandaban a cambiarte por una mancha; ahora, pagas un sobreprecio por tener la suciedad certificada por un diseñador.

 


 

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