El endemoniado ritmo
del cambio y la tiranía del móvil.
¡Qué tiempos aquellos,
señoras y señores! Hoy, llevamos nuestro banco, nuestros correos, nuestras
fotos, Internet y hasta un poquito de inteligencia artificial metidos en
el bolsillo. Todo gracias a un simpático, aunque a veces tirano, aparatito
llamado móvil. Y la verdad, es una gozada, ¿o no?
Ahora pagamos y nos
pagan con un simple "Bizum" —una palabra que hace unos años sonaba a
un alienígena recién aterrizado—, nos guía un GPS que, a pesar de sus
excentricidades, nos evita más de un "¡¿pero
por dónde diablos estoy?!", y tenemos un sinfín de aplicaciones que,
seamos sinceros, ni siquiera sabemos para qué sirven, pero ahí están, listas
para ser descubiertas.
El problema es que,
como en todo buen trato, hay letra pequeña. Ahora saben por dónde andamos y con
quién nos conectamos. Saben qué ropa nos gusta, qué queremos comprar y hasta
qué nos causa insomnio a las tres de la mañana. Todo lo que hablamos y buscamos
es recogido, y la privacidad se ha vuelto tan lejana como la capa de ozono de
los años 80. Además, el fraude telefónico ha crecido a un ritmo que ni Usain
Bolt ( el mejor velocista atleta
jamaicano)podría seguir.
Y aquí viene el drama
moderno. Sales de casa, das tres pasos, y de repente, el pánico. ¡Se me olvidó el móvil! Es como si te
hubieras quedado desnudo en medio de la calle. "¿Y si me llaman? ¿Y si tengo que llamar yo?" Un
auténtico problema de vida o muerte. Y claro, no hay otra opción: tienes que
volver a casa. Porque si no lo haces, estarás de un humor de perros,
contrariado y nervioso, todo el día.
Un viaje en el tiempo
sin GPS
¿Te has atrevido alguna vez a dejar el móvil en casa por un
día entero? Te reto. Porque hace no tantos años,
este "simpático" y a veces "odioso" aparato no existía.
Salíamos de casa tan tranquilos, sin la menor preocupación. Si alguien quería
contactarnos, ya se las ingeniaría. Quizás llamaría al teléfono fijo o iría a
buscarnos. ¡Qué locura!
Conducíamos sin GPS,
como se hizo toda la vida. Con la técnica infalible del "preguntando se llega a Roma". Y, entre tú y yo, a veces
dábamos menos vueltas que con el GPS, que se pone tonto o tiene las coordenadas
grabadas con los pies.
Las fotos de la familia
y los amigos llegaban por correo ordinario. ¡Con sellos y todo! Ahora, vemos el
nacimiento de un bebé al instante o cualquier incidente es grabado y filmado.
Antes de que el bombero termine de apagar el fuego, ya tienes veinte videos en Whatsap.
Y ni hablar de las
conferencias. Para hablar con alguien en otro país, tenías que llamar a una
centralita y, según el destino, la espera podía durar horas. ¡Horas! Era algo
increíble, pero así era la época. Ahora, hablas con cualquier parte del mundo
al instante, incluso con videoconferencia, en pijama y con la cara de recién
levantado.
Y con la tecnología,
llegaron las prisas
La tecnología llegó, y
con ella, las prisas y el "todo al momento". A veces, las noticias
llegan a nuestros móviles antes de que los telediarios se pongan de acuerdo
para transmitirlas.
Antes, las tertulias se
hacían en la puerta de las casas, con sillas de anea al fresco, charlando con
los vecinos. Ahora, todo pasa a través de la pantalla del móvil o la tablet.
¿Te has acostumbrado por completo a estas tecnologías? ¿Eres capaz de sobrevivir un día entero
sin tu móvil?
Pepe Aguilar.
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