¡Amigos, llega el gran dilema anual!
A ver, a ver... ¡que se acerca el famoso y, para qué negarlo, maldito
cambio de hora de invierno! Un evento tan controvertido que hasta parece la
final de un reality show que lleva desde 1974.
La pregunta del millón, esa que nos atormenta todo el mes y nos
hace sentir como genios de la física es: ¿perdemos o ganamos una hora?
Señores científicos, con todo nuestro cariño y respeto: ¡han
tenido tiempo! Pero parece que esto de la "incógnita horaria" nos la
dejan a los ciudadanos de a pie. Seguramente para tenernos entretenidos y
debatiendo, como antaño con el fútbol en la tele. ¡Gracias por el pasatiempo!
El verdadero drama, el thriller de este cambio, es para los
"curritos" y "curritas" de turno que cubren las 24 horas:
farmacéuticos con sueño, personal de ambulancias a tope, héroes de hospitales y
los hoteleros que ven peligrar el buffet del desayuno.
Para los jubilados, por supuesto, esto es un tema menor.
Nos da igual si son las 2 o las 3. La película termina cuando termina, y para
el desayuno, lo esencial es que los churros estén calientes y sean del día. ¡La
hora es una mera anécdota!
¿Dónde se ve el caos en su máximo esplendor? Pues en el
trabajo, cuando miras el reloj y te preguntas si tu compañero/a llega una hora
tarde o, peor aún, ¡una hora antes! (depende de si adelantas o atrasas, que es
donde reside el gran misterio).
Y si tienes un viaje, ¡agárrate! Ahí es donde se lía parda. Hay
quien pierde el tren o el avión y, créanme, en ese momento se acuerdan con
mucho cariño de la persona a la que se le ocurrió esta genialidad del
cambio.
Luego está la ciencia, que dice que el cambio tiene efectos en el
cuerpo humano. Y claro, hay que aprovechar el tirón. Los más espabilados lo
usan como excusa perfecta para comunicar al jefe que se sienten
"indispuestos" por los efectos del cambio y "largarse a
casita".
Incluso hay genios de la picaresca que alargan esa "molestia
transitoria" dos o tres días. A ver quién es el guapo que detecta si el
dolor de cabeza es real o si es un invento del siglo XXI.
En fin, la opinión final la tienen ustedes. O cambian el horario,
o a la mañana siguiente el churrero ha cerrado y se quedan sin su dosis de
felicidad matutina. ¡Y ya todo el día mosqueados!
Así que, consejo de experto en supervivencia horaria: dejen los
relojes de pared en un cajón y fijen la vista en el móvil. Ese cambia solo y,
de momento, no falla. Luego, con calma y un café, van poniendo en hora el resto
de la colección de relojes de la casa.
Como dice el refranero: "A buena hora, mangas largas".
¡A por la hora extra (o no)!
No es para Menos,
Amigos: Los Cambios de Horario en invierno y verano
¡Ay, los cambios de
horario! Esa maravillosa excusa para que la humanidad se divida una vez más
entre los que viven al minuto y los que creen que la hora es solo una
sugerencia.
Parece que, además del
temido cambio de armario (esa épica batalla anual contra la ropa que ya no te
entra), existe el cambio de reloj a nivel profesional. Hay personas que,
por lo que se ve, no se fían ni de su sombra, y mucho menos de la tecnología
que se actualiza sola.
Estos seres superiores
(o tal vez muy despistados) han optado por el método radical: tienen unos
relojes configurados para la hora de verano y otros para la de invierno. Así,
cuando llega la hora D (de Desfase), simplemente se cambian de muñeca o de
mesita de noche. Dicen que es para no equivocarse. Yo digo que es una técnica
digna de un espía, pero aplicada al simple hecho de saber si vas a llegar tarde
al café.
No sé cómo
catalogarlos: ¿"Previsores Extremistas"? ¿"Coleccionistas de
Segundos"? ¿"Vagos Crónicos con Exceso de Relojes"? O quizás,
simplemente, son los más grandes tiquismiquis del tiempo. Están tan
inmersos en su estrategia horaria que probablemente nunca se han parado a
pensar en ese pequeño y maravilloso invento llamado Smartphone que, a
medianoche, hace la magia solo. ¡Pluf! Una hora más, una hora menos, y sin
mover un dedo.
Pero claro, ¿dónde
estaría la gracia? ¿Dónde el drama? Si no tenemos estas chorraditas varias,
amigos, la vida sería demasiado sencilla. Y no, no es para menos: con tanto
reloj, ¡seguro que acaban perdiendo la noción del tiempo de verdad! ¡A
disfrutar de la hora que toque!
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