domingo, 26 de octubre de 2025

 




 ¡Agárrense los relojes que volvemos a despegar en la máquina del tiempo... con aún más café!

Crónica del Desfase Horario: O el día que la Tierra se paró (una hora)

¡Atención, población! Si alguien encuentra la hora que se nos ha perdido, que avise. Yo he salido a comprar el pan y he pensado que me había tele transportado a un spin-off de The Walking Dead, pero con menos zombies y más bostezos.

Entro en la panadería y ahí estaba Anselmo, mi amigo. Parecía una estatua griega que acababa de descubrir que el mármol no era comestible. "Anselmo, ¿qué te pasa? ¿Te ha mordido un vampiro o te ha afectado el síndrome de 'No Sé Qué Hora Es'?"

Me mira con los ojos inyectados en cafeína y me suelta que su vida farmacológica se ha convertido en un caos de proporciones épicas. "Las pastillas, tío, ¡las pastillas! Se supone que son cada 8 horas, pero ahora, con la hora extra, no sé si me toca tomarme la de ayer, la de mañana, o si tengo que tomarme la del desayuno ¡a la hora de cenar! Estoy más descontrolado que un pato en un ascensor. Si sigo así, mañana me verás vendiendo relojes de cuco en el  Mercadillo  gritando '¡Son las doce y media de cuando sea!'"

Le he dicho que se compre un almanaque de pared, pinche las pastillas con chinchetas y se ponga un gorro de papel de plata, por si las moscas horarias. Lo he dejado allí, intentando hacerle reanimación cardiopulmonar a su rutina.

De vuelta a casa, me cruzo con mi vecino, el piloto de aviación, arrastrando una maleta y una cara de que no distingue un Airbus de una bicicleta. "¡Ay, mi madre!", me dice. "Estoy fatal. Ya no es el Jet Lag con los transatlánticos, que ya me tiene el hígado bailando flamenco. ¡Es que no sé si he aterrizado en Madrid, en Tokio, o si tengo que pagarle el alquiler al Casco Antiguo!" Se ha quedado mirando su reloj de pulsera como si fuera un mapa del tesoro indescifrable. "Mira, lo único que sé es que ahora tengo una hora extra de cansancio."

Y, por si fuera poco despropósito cronométrico, aparece la azafata aérea. "Yo hoy hago un 'Triplete de Desquicio'", me suelta, con una sonrisa que oculta un grito interno. "¿Triplete? ¿De qué me hablas, de gimnasia?", le pregunto.

"¡Qué va! Es el combo supremo de la desorientación. Primero, me atraso una hora con el cambio local. Luego, en el avión, me toca el baile de la Hora Zulú (que creo que es la hora que usan los extraterrestres). Y, para rematar, aterrizo en Argentina con el Jet Lag martillándome el cerebro. ¡Y lo peor es que el vuelo es nocturno! Como uno de los pasajeros sea sonámbulo y se ponga a caminar por el pasillo a oscuras, se convierte en la comedia de enredos más cara de la historia. ¡Tendré que servir café y buscar el pasaporte del durmiente errante a la vez!"

Así que ya saben, amigos. Estoy convencido de que este cambio de hora es un experimento social. Para colmo, está nublado. O sea, que cuando me levanté, no sabía si era de día o de noche, si la hora se había ido a freír espárragos, o si estábamos en un eclipse permanente. Todo lo que sé es que la nube negra de la desorientación se ha instalado justo encima de mi casa.

Voy a tomarme algo caliente. Si me lo tomo una hora antes, ¡avísenme! La vida es demasiado corta para vivirla en la Hora Zulú.

¡Volveremos a la normalidad... o no! ¡Permanezcan desintonizados!

Pepe  Aguilar

 

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