jueves, 2 de octubre de 2025

 

EL RINCON DE PEPE.
La Gélida Odisea Nórdica: Donde el Humano es un Estorbo.
¡Amigos, permítanme que les narre mis últimas andanzas por el fascinante (y a veces, pavoroso) mundo de la hostelería! Y fíjense bien en la palabra: hostelería. Porque lo de "hospitalidad" parece que lo han metido en el congelador junto con los postres.
Como buen flâneur de la maleta y el ojo crítico, he presenciado cómo los hoteles están mutando más rápido que un camaleón en un arco iris. Y les digo una cosa, con la mano en el corazón y el ceño fruncido: no siempre es para bien. De hecho, casi nunca.
La Recepción Silenciosa (o la Exaltación del Hacker Viajero)
Comencemos por el norte, esa tierra de vikingos modernos y tecnología fría como un fiordo. Me fui de garbeo con mi señora por Dinamarca y Suecia, pensando en la sofisticación escandinava. ¡Qué ingenuo! Debí haber llevado un manual de informática en lugar de un diccionario de frases útiles.
Llegamos a un hotel, con esa cara de querer que nos atiendan —una expresión ya obsoleta, por cierto—, y... ¡nada! Nadie. Silencio. Más desangelado que un domingo por la tarde en un pueblo pequeño después del toque de queda. ¿El recibimiento? Un código al móvil. ¡Toma ya! Más que un huésped, parezco un espía entrando en una base secreta. Uno espera que le pregunte por el viaje, que le ofrezcan un vaso de agua... pero no, aquí lo que quieren es que demuestres que sabes usar la App.
Accedimos al supuesto hall, que no es más que una burla arquitectónica, con un mostrador tan ridículo que parece la mesita de café de un gnomo. Allí, solo hay unos mapas de la ciudad (¡como si no existiera Google Maps, que le funciona hasta al frutero!) y un teléfono colgado de la pared. Si tienes un problema, no te preocupes, ¡llama a un fantasma!
La Tiranía de la Batería y el "Técnico de la Hospitalidad"
Todo es con el móvil. Clave para la entrada, clave para la planta, clave para la habitación. Si te quedas sin batería, ¡felicidades!, te has quedado a la intemperie, cual Diógenes moderno buscando un enchufe en la calle. Lo que antes era un simple y elegante trozo de plástico, ahora es una carga psicológica constante. Uno no viaja para estar pendiente de un 1% de batería, ¡caramba!
Y cuando por fin llamas (con tu móvil, claro, porque teléfono fijo en la habitación es cosa de la Prehistoria y un lujo que los nórdicos consideran grosero), aparece un alma en pena, sin uniforme, sin chapa, con un portátil de utilería. ¡Un técnico de la hospitalidad! Uno que probablemente tiene su "oficina" en un trastero cercano y está deseando volver a su cueva. No te pregunta qué tal estás, sino si has probado a reiniciar la aplicación.
El Gran Final: El Turismo de Inmersión con Maleta
¿La joya de la corona? El día de la salida. Si tu vuelo es por la tarde y quieres dejar la maleta a buen recaudo... ¡olvídate! ¡No hay consigna!
Se ve que consideran que arrastrar tu maleta de veinte kilos por el centro histórico es parte del "turismo de inmersión". ¡Toda una comodidad, sí señor! Se me saltan las lágrimas de la emoción ante tanta consideración.

La experiencia, como verán, es digna de no repetirla ni recomendársela ni a mi peor enemigo. Uno termina sintiéndose un intruso en su propia estancia.
Saludos y que la batería les sea leve.
Pepe Aguilar. Continuará….

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